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El arte de ser padrastros

Los padrastros y madrastras son cada vez más numerosos. Se calcula que forman parte de una de cada seis familias. ¿Cuál es la relación que debe tener el padrastro o la madrastra con los niños pequeños? Te facilitamos algunos puntos de vista sobre el tema.

3 minutos leer Feb. 9, 2016

Realidad y ficción

Las madrastras son personajes malvados de los cuentos tradicionales, que se ensañan con sus hijastros e hijastras. Cenicienta y Blancanieves son ejemplos clásicos de esa situación. Pero la realidad es otra y, en la actualidad, las madrastras de la vida cotidiana son muy positivas para la familia.

Los cuentos llevan los sentimientos hostiles al extremo (tú no tienes intención de vestir a tu hijastra con harapos, ni de impedir que vaya al baile, ni de darle una manzana envenenada), pero muestran la ambivalencia que existe en las relaciones entre adultos y niños en el caso de familias reconstituidas.

Existen diversas presiones que pueden influir en el comportamiento que padrastros o madrastras tienen frente a sus hijastros: rivalidad para el cariño del padre o la madre, miedo a que los propios hijos se sientan relegados, dificultad para desempeñar su autoridad en la nueva familia.

El camino de la reconstitución

A diferencia de otras épocas en las que la gente moría más joven y había mayor mortalidad de las madres al dar a luz, hoy la mayoría de padrastros y madrastras son producto de las separaciones. Eso provoca que los hijos deban manejan tanto la relación con su madre como con su madrastra (o con su padre y su padrastro). Y a menudo deben enfrentar el miedo a "traicionar" a su padre o madre si se lleva bien con su padrastro o su madrastra. Sus sentimientos pueden parecer contradictorios, incluso si son bebés.

Cuando se trata de soportar las crisis de nuestros pequeños, tenemos claro qué hacer. Pero en el caso de un niño que no es propio, muchas veces no sabemos cómo proceder y olvidamos que ese pequeño es un ser indefenso que necesita cariño y tranquilidad.
 

Retos familiares 

Las familias se unen o se separan. Y eso implica el riesgo de que el niño criado desde pequeño por un padrastro o madrastra, al verse privado de la presencia de uno de sus padres verdaderos, resulte afectado psicológica y emocionalmente. La receta para evitar ese peligro es mantener relaciones cordiales después de la separación familiar.

¿Es posible imaginar a los padrastros como colaboradores que complementen la educación de un niño? ¿Cómo proteger las relaciones del niño con las personas que pueden desempeñar un papel paterno en su vida? Esos son algunos de las tareas que debe asumir una sociedad cuyos esquemas de paternidad tradicionales están en pleno desarrollo.

Lejos de parecerse a las malvadas de los cuentos, las madrastras tienen el reto de intentar llevarse lo mejor posible con los niños, sin restar autoridad a las madres, y mostrándose como "buenas mamás" frente a sus nuevas parejas. Si esa tarea se pone complicada, piensa que estás inventando un nuevo modelo de familia, que tal vez sirva de ejemplo para las generaciones futuras.

Los hogares reconstituidos deben afrontar el desafío de establecer buenas relaciones, pero con paciencia y voluntad es posible alcanzar la gran recompensa de tener una familia unida.

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